El cadáver que resolvió su propio asesinato, 40 años después
- Por Víctor Estala Banda
A ti ciudadano.
En 1977, una universidad de Pensilvania, Estados Unidos, recibió los restos de una mujer no identificada para usarlos en prácticas de antropología forense. Nadie sabía quién era. Se la conocía solo como "Jane Doe", un nombre genérico para personas sin identificar. Sus huesos fueron almacenados, manipulados, estudiados durante años por estudiantes e investigadores, sin imaginar que escondían un oscuro secreto.
Pero el tiempo pasó… y con él, llegó la tecnología del ADN.
Volvamos atrás. En 1969, el torso de una mujer apareció en una cueva del parque estatal Sheldon, en Nueva York. Estaba desmembrada y en avanzado estado de descomposición. Fue un caso macabro que conmocionó a la zona, pero las autoridades no pudieron identificarla. El caso quedó archivado.
Los restos, sin mayor información, fueron entregados a una universidad para estudio académico. Y así, sin que nadie lo supiera, el cuerpo de una víctima de asesinato se convirtió en herramienta educativa.
En 2015, un equipo liderado por la antropóloga forense Erin Kimmerle decidió revisar los restos con métodos modernos. Usaron técnicas avanzadas de extracción de ADN de huesos deteriorados y lo ingresaron en bases de datos genéticas. Y entonces, algo sorprendente ocurrió: ¡hubo coincidencias familiares!
Con ayuda de genealogistas forenses, lograron reconstruir el árbol familiar… y finalmente identificaron a la mujer: Evelyn Colon, una joven de 15 años que había desaparecido en Nueva Jersey en 1969.
Estaba embarazada, había dejado su hogar con su novio… y nunca más se supo de ella. Su familia la buscó durante años, sin saber que su cuerpo había estado todo ese tiempo en una sala universitaria.
Una vez identificada la víctima, el caso se reabrió. La policía enfocó su atención en su entonces pareja: Luis Sierra. En 2021, más de 50 años después del crimen, fue arrestado y acusado de asesinato.
Durante décadas, Evelyn fue tratada como una herramienta de estudio. Pero su cuerpo guardaba una verdad que la ciencia moderna logró revelar. Ella misma, sin querer, se convirtió en la clave para resolver su propio asesinato.
Una historia real, poderosa y espeluznante. El cadáver que, tras medio siglo, resolvió el crimen del que fue víctima.