Mi Ciudad
- Por Osbaldo Salvador Ang
Por Osbaldo Salvador Ang.- En 1963 José Emilio Pacheco escribió La Ciudad en Estos Años para señalar el cambio y el crecimiento de la Ciudad de México: Mi ciudad en estos años cambió tanto/que ya no es mi ciudad, su resonancia/de bóvedas en ecos. Y sus pasos/ya nunca volverán.
Algo así sucede en este momento en la ciudad de Chihuahua, que es definitivamente otra para muchos de sus habitantes. Ya no volverá a ser aquella mancha urbana tranquila, serena y segura en que vivimos hace pocos años aún.
Chihuahua creció sorpresivamente como un adolescente: se estiró, modificó su estructura, engrosaron sus huesos y se transformó, incluso su rostro y su voz. No hay retorno, como en la vida, para este brinco que se produce en el desarrollo.
No volveremos a caminar tranquilamente por sus calles oscuras, apenas iluminadas por la luna o una que otra lámpara de luz mercurial, a las doce de la noche, sin preocupaciones ni miedos.
No habrá más días calmados, sin tráfico vehicular por sus arterias, con el sonido de un motor que rompe la noche o el día con su paso por el silencio acostumbrado de la zona centro y de los barrios.
La gente incluso ha cambiado. El ranchero sereno que aplicaba el lema de la fundación, aquello de lealtad, valor y hospitalidad, el que abría los brazos al visitante, al vecino, al turista, al fuereño, no volverá a la ciudad de Chihuahua.
Ahora, el que habita en la capital del estado, se ha vuelto hosco, huraño, agresivo y también violento con los demás. Abundan por estos días santos los videos en que la agresividad y la violencia se han enseñoreado en los barrios y en las calles, en las zonas comerciales y en los restaurantes, o donde sea.
Navegar en auto se ha convertido en toda una odisea. Demasiados vehículos, demasiados motores que rugen irritación y desesperación, circulan por la ciudad. El Periférico de la Juventud se convirtió en una monstruosa serpiente de mar que ataca a quienes la montan mal y les doblega en choques, derrapadas, salidas abruptas o, en el otro extremo, con la asfixiante lentitud que sofoca al guiador.
Por donde sea es igual: el centro sufre de parálisis vial. La Universidad, aquella amplia avenida que representaba la cara bonita de Chihuahua, está ahora destrozada por el tráfico y el Vivebús. Carros, tráfico, carros, tráfico, en el sur por el bulevar Fuentes Mares o el Francisco R Aldama, ni se diga la Nueva España, la Veinte de Noviembre o la Vialidad Chepé, la Flores Magón con problemas cardiacos o la Pacheco convulsionada y moribunda.
Al norte, la avenida Tecnológico sufre de alta presión, Los Nogales traen muy altos los triglicéridos y la Vialidad Sacramento sufre de una horrible arritmia que le sacude el corazón según la hora del día.
Hay filas para todo en la otrora tranquila ciudad. Hasta en el Oxxo hay filas ahora, cuando estas tiendas de conveniencia fueron diseñadas para robar clientes por la rapidez de hacer una compra de unos cuantos artículos.
Pero ir al supermercado, al banco, a la escuela, al mall, a la pizza, al Distrito Uno, al restaurante, al súper, al walmart, a Home Depot, a la refaccionaria, a la lavandería, a la planchaduría, a darle un raid a alguien, a la central camionera, al aeropuerto (peor) o a la casa de un familiar, resulta tensionante y repugnante porque la ciudad ya no es la misma.
Ya no son sus principales atractivos la caja de leche que fue el hotel Palacio del Sol, la víbora del Canal del Chuvíscar, la silla de King Kong frente a palacio de gobierno, la Plaza de Armas y sus boleros o el Cerro Coronel y el Cristo en el tanque de la Tecnológico y Universidad.
Ahora lucen los departamentos del Distrito Uno, las torres Lumina y Zenith, los restaurantes de lujo, los guarros en las suburbans, los conciertos masivos, de 30 mil almas, los narco corridos y las grotescas letras de las canciones reguetoneras a todo volumen en los aparatos de sonido.
Aceptémoslo.
Chihuahua no es la misma. Ha cambiado y no volverá a ser igual. Cambió tanto –parafraseando al poeta José Emilio Pacheco- que ya no es la misma y sus pasos no volverán. Mi Ciudad ya no es mi Ciudad. Es otra Ciudad.
Y lo digo desde aquí, porque éste es mi Pódium.