Hoy, en el Día de Finados, continuamos recordando a los olvidados.
A los que es raro que les lleven flores a sus tumbas, a quienes en vida fueron blanco de escarnio, de burla, de menosprecio.
Seguramente donde están no sufren lo que aquí sufrieron: hambre, marginación , incomprensión, hostilidad.
Julián la Changa fue, valga la paradoja, un demente sabio, de aguda inteligencia, de memoria increíble, de modales que hoy se extrañan: tenía por regla nunca decir una grosería, un disparate, hoy de uso tan común.
A lo más que llegaba cuando lo hacían enojar era a emitir sonoros rebuznidos.
El centro de la ciudad fue su casa y un día nadie lo volvió a ver ni a escuchar sus rebuznos. Se evaporó para siempre.
Tan derrepente como se fue Julián aparecieron las Chágaras,madre e hija pidiendo caridad.
La mamá se llamaba María de Jesús y la hija Santiaga.
Lo insólito era que andaban encadenadas y sujetas con un candado.
Ya de vieja Santiaga dijo que la cadena y el candado fue ocurrencia de su mamá para traerla cortita, porque era muy vaga.
Se decía que esas precauciones de poco sirvieron, pues un día resultó ligeramente embarazada.
Adela, la Pipitoria y María de la O son otros de nuestros personajes célebres.
María tenía su esposo y una noche que la golpeó la llevaron al Regional, donde con asombro descubrieron que no era María sino Marío.
José Luis Muñoz, el Guero Chiva, forma parte de esta galería no por marginal, raro o anormal, sino por todo lo contrario.
Fue empleado bancario, vendedor de seguros de vida y terminó de expendedor de periódicos y a través de este trabajo, ya en desuso, se coló a nuestra micro historia.
Su alegre, simpática figura envuelta en un jorongo de la Chivas de Guadalajara, alegraba las mañanas a quienes pasaban por el periférico Gómez Morín,donde con todos tenía que ver.
También un mal día lo echamos de menos, extrañando su personalidad expansiva y sonriente.
Hoy, para todos ellos, ellas y elles, vaya un recuerdo, una oración y un nostálgico suspiro.
