Muchas veces dijeron las autoridades policiacas e investigadoras que no había temor ni preocupación por el repunte de otros delitos de alto impacto, después de los homicidios dolosos, al bajar casi a cero la migración ilegal por Juárez a raíz de dos situaciones determinantes: el hallazgo de un narco túnel que iba de Juárez a El Paso por el bordo, en las narices de la propia patrulla fronteriza, frente a la mismísima equis; y la llegada de Trump al poder estadunidense. Ahora les está estallando en la cara a esas mismas corporaciones tanto municipales como estatales y federales, con plena presencia de la Guardia Nacional recorriendo de oquis toda la ciudad, el problema de los secuestros, revivido tras varios años de relativa “calma” luego de un periodo que hizo llorar sangre a los juarenses en medio de la guerra contra el narcotrafico que en su momento decretó el expresidente Felipe Calderón. Se contabilizan al menos siete casos en lo que va del año, con una víctima asesinada por sus captores. El último se conoció ayer, luego de que policías de investigación de la Fiscalía General del Estado liberaran a una mujer cuyos secuestradores pedían un millón 200 mil pesos; resulta que los delincuentes se equivocaron y raptaron a la empleada, en lugar de la dueña de una florería. Si antes los migrantes centro y sudamericanos sufrieron las palizas de sus vidas, ahora son los propios juarenses los que están viviendo en carne propia verdaderos calvarios a manos de malandros de sangre fría dispuestos a todo con tal de obtener ganancias millonarias en la ilegalidad. Deben ser por decenas los secuestros en cifra negra, tal como ocurrió con las personas “en situación de movilidad” mientras en los últimos años desfilaron a montones por Juárez, con todas las bandas criminales entrándole al redituable negocio. Debe haber emergencia entre esas autoridades que en su momento ignoraron el problemón que se venía con el aligeramiento de la crisis migratoria. Y la Federación debe actuar ya.
