El Zorro Dominical

El seductor

  • Por El Zorro
El seductor

“¿Vender yo la mitad de México?, ¡Por Dios! cuando aprenderán los mexicanitos que si este barco se hundió no fue solo por los errores del timonel, sino por la desidia y la torpeza de los remeros”. Así con esa frase retrata Enrique Serna al primer Lopitosh en la historia de México que llevo a cabo la primera destransformación del país. La pone en su novela, muy recomendada por cierto, que titula “El Seductor de la Patria” y con esa frase Antonio López de Santa Anna da respuesta cuando se le cuestiona por qué vendió la mitad del territorio mexicano. Ya en el pasado trabajo dominical hablamos del segundo, tercero y cuarto Lópitosh que encabezaron México y que buscaron en su momento transformarlo y terminaron destransformándolo, porque la historia no es maestra de vida para muchos políticos y menos el colectivo popular tiene memoria, por lo que se condena a repetir la historia de una y otra manera. Por eso hoy recordamos en La Fuente, El Bisonte y El Zorro la historia de quién se hizo llamar su “Alteza Serenísima”. Ese primer Lópitosh ocupó la Presidencia de México en 11 ocasiones, la mitad de las veces por aclamación popular, si, por aclamación popular. Incluso fueron a su rancho varias veces para llevarlo al Palacio de Gobierno para ser presidente. Todo a pesar de su mala gestión que provocó la derrota frente a Estados Unidos en la guerra de 1847 y la pérdida de territorio nacional. Fue popular indudablemente. No importaba los impuestos. Impuso a México algo así como el Predial y la tenencia vehicular en nuestros tiempos. Implementó un peso de impuesto a cada hotel, pulquería, café o fonda de una sola puerta, tres por cada una de las demás; cinco pesos por coche, carreta o carruaje de cuatro asientos, dos pesos y medio por los de dos sillas, y un peso mensual por cada perro y otros dos por cada caballo frisón y de silla. Así lo decretó el 29 de mayo de 1853. Después extendería los cobros a la población por cada puerta y ventana de sus viviendas y hasta las luces en el exterior de cada propiedad. Muchos de esos impuestos perduran hasta nuestros días. La huella del Lópitosh primero quedaría muy marcada en Chihuahua hasta nuestros días y por siempre. Tras perder la guerra de 1847, se firmó el tratado de paz de Guadalupe-Hidalgo. Se estableció la nueva frontera tomando como base el Río Bravo quedando las comunidades de Paso del Norte hoy Juaritos y las de aguas arriba divididas desde entonces. Más tarde la codicia de los estadounidenses y del gobierno de Santa Anna, darían un nuevo golpe al país al vender el gobierno mexicano, en diciembre de 1853, el territorio de La Mesilla. Por la venta de La Mesilla, el gobierno de Santa Anna se embolsará 10 millones de pesos que utilizará para obras, pero principalmente al pago de la burocracia, que incluía a 90 mil soldados, sobre los que sostenía su poder político. Ese ejército era tres veces más grande que el que tuvo más adelante el general Porfirio Díaz en su gobierno. Lópitosh primero, nació con el nombre de Antonio de Padua Severino López de Santa Anna Pérez de Lebrón, en Jalapa, Veracruz, el 21 de febrero de 1794 y murió en la ciudad de México el 21 de junio de 1876, a los 82 años. Fue todo un personaje emblemático del caótico Siglo XIX mexicano. Todo un camaleón, fue  militar realista, trigarante, republicano, federalista o centralista y buscó siempre sobresalir a toda costa. En su trayectoria en la milicia o política destaca su participación en la defensa de México contra la expedición del español Isidro Barradas para reconquistar el País. También su incursión en contra de la rebelión texana, la “Guerra de los Pasteles” y su criticada actuación en la intervención estadounidense, que le ganó ser acusado de todos los males del país. Santa Anna contaba con 16 años cuando en julio de 1810 se dio de alta en el Regimiento Fijo de Veracruz y comenzó su carrera militar. Al estallido de la Guerra de Independencia combatió a los insurgentes en las provincias de Veracruz y Tamaulipas. Una década después, como tantos otros oficiales realistas, termina por adherirse al Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821, cuando Agustín de Iturbide proclamó la Independencia de México y dio un golpe de estado disfrazado de nacionalismo. Como premio a su actuación al lado de Iturbide, es designado comandante general de Veracruz y tiempo después el monarca le asigna un cargo en su corte, pero traiciona a su benefactor y suscribe el Plan de Casa Mata, a través del cual pide la eliminación del imperio y la erección de la República. A su movimiento se adhirieron los ex insurgentes Guadalupe Victoria y el lugarteniente de Iturbide, José Antonio Echávarri, con quienes logró expulsar al primer emperador del México independiente. No obstante, es marginado del poder y es enviado a Yucatán y no es hasta que Vicente Guerrero es presidente cuando regresa a Veracruz, donde parte a combatir a los españoles, quienes al mando de Barradas intentaban reconquistar México, pero fueron derrotados por Santa Anna en Tampico en 1829. Dos años después, Santa Anna se levanta en armas en contra del gobierno de Anastasio Bustamante y Lucas Alamán, en protesta por las violaciones a la Constitución de 1824 y por el asesinato de Vicente Guerrero en Oaxaca. La rebelión fue exitosa y catapultó al jalapeño a su primer periodo de gobierno, al que llegó en 1832 llevando como vicepresidente a Valentín Gómez Farías. Pero previo a aplicar una serie de reformas para atacar los privilegios de la Iglesia, así como del Ejército, para concluir con el legado colonial, se retira del poder argumentando problemas de salud. Militares y religiosos eran las instituciones más poderosas del país, por lo que, al surgir el conflicto por los fueros, Santa Anna regresó al poder presentándose como el salvador. En 1835, implanta el centralismo provocando que Texas y Zacatecas se rebelen, pero los rebeldes en esta última entidad son sometidos, lo que hace pensar que igual de fácil sería terminar con la rebelión texana, pero no fue así. Ahí iniciaría uno de los capítulos más dolorosos para México que dejó una herida abierta hasta nuestros días. Santa Ana se iría en 1854 después de expedir decretos para cobrar impuestos hasta por respirar. La gente se rebeló contra esa injusticia y cuando el brote rebelde se extiende, Santa Anna dimite por última vez y se va muy cerquita de La Chingada, para no volver a gobernar México.