


-El doctor Rogelio Covarrubias, director de la Zona Norte de la Secretaría de Salud, señala que la salud pública no está logrando su misión más básica; salvar vidas
Ciudad Juárez enfrenta un fenómeno que va más allá de las estadísticas frías; más de 2,500 personas han fallecido en lo que va del 2025, y muchas de esas muertes, según las autoridades de salud, podrían haberse evitado.
Enfermedades crónicas mal atendidas, violencia, negligencia doméstica y desigualdades estructurales se combinan para formar un escenario complejo en el que, como lo dice el doctor Rogelio Covarrubias, director de la Zona Norte de la Secretaría de Salud, “la salud pública no está logrando su misión más básica: salvar vidas.”
Con documentos, gráficos y reportes que evidencian un problema de salud profundamente social.
En este entorno de análisis y preocupación, el doctor Covarrubias expone con claridad las causas detrás de la mortalidad en Juárez.
“Lo más grave es que muchas de estas muertes eran previsibles”, advierte mientras señala una tabla de datos.
Ante la pregunta de cuáles son actualmente las principales causas de mortalidad en la ciudad, Covarrubias no titubea:
“Enfermedades del corazón, diabetes mellitus, tumores malignos… y las agresiones, especialmente los homicidios.
Lo preocupante es que muchas de estas condiciones son prevenibles si se detectan y se atienden a tiempo. Pero estamos llegando tarde.”
El director subraya que estos problemas no afectan a todos por igual. La edad, por ejemplo, define no solo la causa, sino también el tipo de responsabilidad social implicada.
En bebés menores de un año, dice, el entorno familiar y la precariedad son factores decisivos; entre los niños de 1 a 4 años, los accidentes domésticos son los principales responsables.
“Cuando un niño muere por un accidente en casa, casi siempre hay un descuido detrás.
No es mala intención, sino falta de información, de acompañamiento, de una red que funcione.”
En los adolescentes y adultos jóvenes, la historia es distinta.
La violencia homicida se impone como la causa dominante de muerte en la etapa más productiva de la vida.
“Eso ya no es solo un problema de seguridad; es un problema de salud pública.
Cada homicidio es una tragedia que rompe familias, que afecta comunidades enteras, y que nos grita que algo no estamos haciendo bien.”
La entrevista avanza y los datos pesan.
Le pregunto si considera que el sistema de salud pública está fallando, y su respuesta es directa.
“Sí. No por falta de conocimiento, sino porque ese conocimiento no se está traduciendo en prevención efectiva.
Sabemos quiénes son hipertensos, quiénes tienen diabetes… pero no los acompañamos, no hay continuidad.
Y también hay responsabilidad de la población; muchos abandonan su tratamiento porque no comprenden la gravedad, porque no tienen acceso, o porque simplemente no creen en el sistema.”
Más allá de los números, el doctor Covarrubias pone el foco en el impacto social desigual de las muertes.
No es lo mismo la muerte de un hombre que el de una mujer
No es lo mismo la pérdida de un hombre que la de una mujer en términos familiares y emocionales, explica:
“Cuando muere una mujer en edad reproductiva, suele ser madre, cuidadora, pilar de su familia.
El vacío que deja es enorme.
En el caso de los hombres, muchas veces son el sostén económico.
Ambas pérdidas golpean, pero de maneras distintas, y eso también debe guiar nuestras políticas públicas.”
Hablar de la muerte es incómodo, pero necesario. Especialmente cuando muchas de esas muertes tienen una causa estructural o social.
A la pregunta de cómo enfrentar este problema desde la raíz.
“Primero hay que aceptar que la salud pública no se resuelve solo con más médicos u hospitales.
Se necesita educación, prevención, trabajo comunitario, campañas efectivas de información. La gente debe entender el riesgo y saber cómo reducirlo.
Y eso debe empezar desde casa, desde las escuelas, desde los medios.
“La salud no se delega por completo. Todos somos responsables. La salud empieza en el hogar, en cómo comemos, en cómo cuidamos a los niños, en cómo enfrentamos el estrés”.
Pero también necesitamos exigir un sistema que funcione. Que informe, que atienda, que prevenga.
“Solo así podremos hablar de una Ciudad Juárez más viva y más justa.”