La Columna

CHALECOS REFLEJANTES

  • Por Editora M
CHALECOS REFLEJANTES

Imagínese que un empacador del súper nos cobrara 50 pesos por echarnos el mandado. Uno entiende que se les da una cooperación voluntaria, no que se imponga una tarifa obligatoria. Pues lo mismo ocurre con los parqueros, quienes ya dejaron de ser ayudantes informales para convertirse en una mafia que opera con total descaro, sobre todo en eventos concurridos como las recientes graduaciones en el gimnasio de los Bachilleres, en el Parque Central. Cincuenta pesos es la “cuota” que imponen por estacionarse en la vía pública. Aunque dicen que los hombres ya fueron metidos en cintura por Estacionómetros y la OMEC, la práctica continúa (y continuará) sin freno. No se trata de que los “parqueros” pidan permiso para operar, porque no deben cobrar, punto. Lo suyo no es un servicio, es una extorsión con uniforme de chaleco reflejante.