Las explicaciones que ha vertido sobre el homicidio del fotoperiodista Ismael Villagómez Tapia, el Tiger, como le conocían sus amigos, revelan una gran realidad que se vive no sólo en Juaritos, sino en todo México. El crimen destapa de hecho dos vertientes que llevaron a la muerte al periodista y que ver directa e indirectamente con su profesión, un oficio que cada día se sumerge más en la precariedad económica a pasos acelerados por la era digital que transforma la actividad de las empresas periodísticas. Cada vez son menos los integrantes de las nuevas generaciones quienes se dedican a la actividad periodística. Y por otro lado, la violencia que vive el país, el estado y Juaritos dónde a diario los mandos policiales presumen que bajaron los índices de homicidios hasta en un 30 o 20 por ciento. Vaya triunfo pírrico cuando en la frontera suman más de mil personas sacrificadas a las que está semana se sumó el Tiger. Su muerte también se circunscribe en la precariedad del oficio que le llevó a trabajar como chofer de plataforma para completar el gasto y sostener sus cuatro hijos que hoy quedan en la orfandad por las balas certeras de la delincuencia contra la que ninguna autoridad ha podido en Juaritos y que en 15 años ya acumula más de 40 mil muertes y mantiene en forma permanente de luto la ciudad. No hay palabras de consuelo para quienes perdieron un hijo, hermano, padre, amigo o compañero de trabajo o escuela y eso no lo entienden quienes cantan victoria porque un mes y otro la delincuencia mató menos gente. En el mismo tenor, la muerte de Ismael que la Fiscalía ante su familia desmarcó de la actividad profesional y la encaminó hacia la teoría del asalto, no deja de estar inmersa en esas circunstancias aún cuando en forma temprana se busque desligar el crimen de la actividad periodística sin ahondar más, aún cuando un día antes Ismael y una de sus compañeras acudieron a reportear a uno de los municipios que el narco ha mantenido controlado por más de una década, asesinando alcaldes, políticos e imponiéndose en la misma alcaldía. Algo que Fiscalía ni por encima reviso para acelerar el carpetazo y quizás turnar el crimen a la Fiscalía Federal especializada en estos casos. La Fiscalía de Distrito de la Zona Norte tampoco activó protocolos de protección y en forma temprana se descartó cualquier riesgo para el resto de sus compañeros. La captura de los presuntos responsables acentuó la hipótesis del asalto, pero la mecánica de los hechos presenta grandes interrogantes cómo el porqué los agresores se llevan los celulares y no la cartera que aparece entre las pertenencias del fotógrafo que la Fiscalía reporta en su primer informe difundido por el fiscal Carlos Manuel Salas quien tiene la gran obligación de presentar un caso sólido al juez, con evidencia creíble, respeto a la víctima y lograr una sentencia ejemplar, con todo el rigor como lo exige su familia y el gremio. El fotoperiodista Ismael Villagómez Tapia fue asesinado las primeras horas del jueves 16 de noviembre. Unas horas antes regresó del poblado de Villa Ahumada donde realizó cobertura periodística en la Presidencia Municipal. A su regreso a Juaritos, dejó su cámara y equipo en la oficina de El Heraldo de Juárez donde laboraba y se dirigió a realizar trabajos de chófer para una de las plataformas de alquiler. Ya no regresó a continuar su labor periodística. Su vida fue cortada por la delincuencia y la ineptitud mezclada de corrupción de las autoridades policiacas que le impidieron continuar con un oficio que desempeñó por 25 años. Con él suman siete los periodistas asesinados en Juaritos desde el año 2000. La mayoría se encuentran en la impunidad. En la lista se encuentran Arturo Alba Medina, de 49 años, conductor de Telediario en Multimedios Televisión; José Ramírez Puente, del Noticiero Juárez Hoy, victimado el 28 de abril del 2000; Candelario Pérez Rodríguez, de la Revista Suceso quien fue privado de la vida el 23 junio de 2008; José Armando Rodríguez Carreón, de El Diario, Juárez, acribillado el 13 de noviembre de 2008; Ernesto Montañez Valdivia de Enfoque del Sol de Chihuahua, muerto el 14 junio de 2009; y Luis Carlos Santiago Orozco, de El Diario, asesinado en un atentado el 16 de septiembre de 2010. Por otra parte, en lo que va del año, suman 7 periodistas asesinados en el país. El ataque al fotoperiodista de El Heraldo se suma a una larga lista de comunicadores asesinados durante los últimos 20 años en México, considerado uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo del mundo. Dice Reporteros Sin Fronteras que cada 13 horas se calcula que hay un ataque contra la prensa en el país y Chihuahua es uno de los Estados más peligrosos para ejercer la profesión. En ese escenario la semana pasada, en México la Asamblea General anual de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), aseguró en un informe que la violencia sigue siendo “la principal amenaza” para el periodismo en el país este 2023, además de denunciar el “discurso hostil” del presidente Andrés Manuel López Obrador que en vez de ir impulsar mecanismos de protección que garanticen los derechos de los periodistas y de la sociedad a estar informada por una prensa libre, sin riesgos ni precariedad para ejercer el periodismo. Descanse en paz el Tiger, amigo y compañero de oficio. El Zorro, la Fuente y el Bisonte exigen JUSTICIA.