
Al menos movilizó al país la imposición de aranceles del 25 por ciento sin que hasta la fecha el peso haya sido sacudido. Hasta eso, Índex fue conservadora en los cálculos de los daños. Advirtió una disminución en producción, por una disminución de la demanda y una consecuente reducción de contratación y retención de empleos pero sin evaluar a fondo el impacto, al menos monetariamente. Algo tarde, ayer, la organización de maquiladoras alertó de la disminución de IED por reinversión de utilidades, entendiendo que el primer
sector receptor de inversiones es el manufacturero y la detención de proyectos de ampliación y relocalización en México, además del detrimento en la integración vertical de manufactura pues, por ejemplo, en un automóvil, un componente puede ir y venir entre los dos países hasta 9 veces antes de convertirse en un auto, un bien remanufacturado o un equipo médico. Esto quiere decir que es posible que los aranceles no afecten tanto al sector maquilador como el que tiene Juárez. Puede ser que solamente se afecte el 15 por ciento de las exportaciones totales, que son en realidad productos totales. Van a sufrir los gringos el O de septiembre con el inicio del Super Bowl ya que seguramente el aguacate sí sufrirá el encarecimiento derivado de la imposición de esos aranceles. Trump trae el viaje de que EU no necesita a nadie, pero a estas alturas las líneas de producción están muy integradas. Deshacer eso significaría tiempo y básicamente volver cuatro o cinco décadas atrás. Podría ser que la respuesta de México de imponer aranceles también llegue a afectarnos a nosotros con productos que encontramos en los supermercados pero es hora de atender recomendaciones de comprar productos autóctonos. El mundo está cambiando y Trump llegó a acelerarlo, de eso no hay duda.