

En teoría, la reciente presencia militar en el Valle de Juárez debería dar tranquilidad a sus habitantes. Sin embargo, han denunciado de manera anónima, con impotencia y miedo lo que hoy viven. Testimonios señalan que los elementos ya ni siquiera patrullan a la vista: esconden las unidades para evitar ser captados mientras irrumpen en viviendas. Una de estas casas fue completamente saqueada y destrozada. Los soldados no solo entraron sin orden alguna, sino que se dieron el lujo de beber en el patio, Peor aún, los retenes que colocan entre calles ya no solo sirven para inspeccionar vehículos o preguntar por armas, sino que se han convertido en puntos de intimidación. Se justifican diciendo que las casas “parecen abandonadas”, aunque en muchos casos no lo están: sus dueños simplemente no viven ahí de forma permanente. Ante estos hechos, la Guardia Nacional y la Sedena aseguran que investigarán las denuncias e invitan a la ciudadanía a presentar quejas formales. Pero ¿Quién responde por el daño ya ocasionado?